Hay una gran perspectiva que inevitablemente se va a encontrar cualquiera
que desembarque hoy en el mundo de lo psicológico, por no decir
cualquiera que esté al tanto de lo que se cuenta en los medios de comunicación
o las redes sociales, puesto que se trata de una perspectiva que junto con la psicología positiva está muy unida a la divulgación. Si bien hace unos meses hablábamos de la psicología positiva, hoy hablamos de la otra corriente, más ligada a la denominada
investigación básica, y es la que constituye el vasto ámbito de la neurociencia,
que hibridado con la psicología cognitiva ha dado lugar a la neurociencia
cognitiva, una tendencia reciente que intenta traducir a términos neurofisiológicos los procesos psicológicos tradicionales (atención, percepción, memoria, etc.) pretendiendo
incluso configurar un nuevo paradigma teórico.
Si bien dentro de la neurociencia coexisten puntos de vista muy diferentes, cabría caracterizarla como un intento de explicar la subjetividad a través
del cerebro. No todos los planteamientos neurocientíficos son reduccionistas,
en el sentido de que no todos suponen que la verdadera o única
explicación de la conducta o la mente resida en procesos neurofisiológicos
—como si éstos fueran su causa—, pero sí posee una gran fuerza la
tendencia a suponer que, en última instancia, es al sistema nervioso a
donde hay que mirar si se quiere dar cuenta científicamente de lo psicológico
y, por supuesto, modificarlo. Se ha convertido casi en sentido común la idea de que el órgano de la mente es el cerebro y no, por ejemplo, otros órganos como el estómago
u otras realidades objetivas que median igualmente en nuestra actividad, en nuestra conducta y comportamiento. Incluso se ha
convertido en sentido común la idea de que la flecha de la relación causal
entre cerebro y comportamiento es unidireccional y va del primero al
segundo (lo que hacemos es consecuencia del funcionamiento neuronal),
a pesar de que existen las mismas razones para invertir la dirección.
Y dicho esto y aunque actualmente este «cerebrocentrismo» debe
mucho al auge de las técnicas de neuroimagen, que a veces se presenta como un modo de observar por fin la base biológica de lo psicológico, la neurociencia forma parte de una larga tradición.
Podemos vincularla, sobre todo, a la tendencia a pensar que la verdadera
fundamentación científica de la psicología llegará el día que sus conceptos
se traduzcan a conceptos biológicos o, al menos, se encuentre su
base biológica. Se trata de una tendencia naturalista —más o menos acusada
en según qué autores— ligada a algo tangible—. Según eso,
las neuronas o los vasos sanguíneos serían más reales, al parecer, que los
pensamientos o las relaciones sociales, y por consiguiente garantizarían
una base científica sólida. En realidad, neurociencia
no equivale necesariamente a cerebrocentrismo. Dentro de las diversas
tendencias neurocientíficas contemporáneas, algunas incluso se hallan
cercanas a planteamientos constructivistas o son relativamente fáciles
de interpretar desde un punto de vista que subrayan la plasticidad del cerebro y los sistemas involucrados en él y consideran este órgano como algo que media en
la producción de la subjetividad, es decir, no exactamente
como causa o fundamento último de la misma.
Espero que esta lectura os acerque un poco mas a estos conceptos que cada vez están mas presentes
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