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De qué se compone la Inteligencia Emocional.

Actualizado: 8 nov 2020

Los componentes de la Inteligencia Emocional son cinco arterias psíquicas que nos ofrecen mayor potencial para gestionar con éxito las complejidades del día a día. Daniel Goleman nos recuerda que todos llevamos un «genio emocional» dentro al que hay que «desbloquear», al que hay que dar alas y herramientas para alcanzar el bienestar. Practicar una auténtica Inteligencia Emocional requiere estar abiertos, ganas y conocimiento. La primera competencia emocional básica es la autoconciencia emocional, ser capaces de conocer nuestras emociones e identificar en qué estado emocional nos encontramos. Decía Mark Twain que ayudar a una persona a conseguir lo que quiere puede ser fácil, pero el problema es que en este mundo casi nadie sabe lo que quiere. Pocas cosas son tan complejas como lograr conocernos a nosotros mismos en profundidad y poder actuar entonces en consecuencia. Aún más, es ser conscientes de nuestras emociones. A veces, un estado emocional determinado condiciona nuestra conducta, nuestros pensamientos y el estado de ánimo. Ser conscientes de ello, saber qué nos duele, dónde nos duele y el por qué de ese sufrimiento o molestia nos permitirá ser mucho más competentes. La regulación emocional o autocontrol es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento, o sea, tener buenas estrategias de afrontamiento (qué hacer), capacidad para autogenerarse emociones positivas (qué pensar), etc. Cuando un niño tiene 4 o 5 años hay un área que le cuesta mucho dominar: el autocontrol. Se frustrará con frecuencia, no será capaz de aplazar las gratificaciones, ni esconder su enfado cuando su hermano coge la porción más grande o cuando le rompe un juguete sin querer. Los niños más pequeños presentan estas conductas porque las áreas cerebrales relacionadas con el control de los impulsos y las emociones aún no están completamente maduras. La automotivación es el mejor motor para la mente y el corazón. Es la la energía positiva capaz de darnos aliento aún cuando lo que nos rodea o lo que nos llega no es satisfactorio. La motivación es importante para desplegar mejores recursos y adecuadas emociones para alcanzar los objetivos que se propone. La empatía es otro de los componentes de la Inteligencia Emocional. Ese canal con el que conectar con quien tenemos en frente pero sin dejar de ser nosotros en ningún momento. Y las habilidades sociales son el engranaje perfecto para nuestro desarrollo personal y profesional. Ser asertivos, saber comunicar, respetarnos, apertura, compasión, positividad… Todo esto y mucho más es lo que se contiene en esa caja de herramientas llamada «habilidades sociales» y que todos deberíamos dominar. La capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas implica un comportamiento equilibrado entre la agresividad y la pasividad. Esto implica la capacidad para defender y expresar los propios derechos, opiniones y sentimientos, al mismo tiempo que se respeta a los demás, con sus opiniones y derechos; decir “no” claramente y mantenerlo y aceptar que el otro te pueda decir “no”; hacer frente a la presión de grupo y evitar situaciones en las cuales uno puede verse coaccionado para adoptar comportamientos de riesgo. En ciertas circunstancias de presión, procurar demorar la toma de decisiones y la actuación, hasta sentirse adecuadamente preparado, etc. Estas cinco competencias engloban los componentes que forman la inteligencia emocional. Así que poco a poco podemos hacernos conscientes de ellas y trabajarlas en nosotros mismos para mejorar nuestra propia inteligencia emocional porque la buena noticia es que se entrena, se aprende…practicando!



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